Para empezar a echar el cuento de Corriendo de Cabeza, tengo que irme un par de años atrás cuando mi vida, claramente, era completamente diferente a como la tengo hoy.
Yo me fui muy jóven de mi casa - a los 22 años -, quise tener es independencia que soñaba desde que era niña. La semana que me iba mi mamá me pregunto si estaba segura; lo estaba.
Tenía un sueldo muy bueno y sabía que podía costearme un buen estilo de vida, por eso busqué un apto pequeño, compré lo que pude de muebles y empecé a tener esa sensación fantástica cuando uno empieza a recorrer ese camino de la independencia. Yo trabajo desde que tenía 14 años, pero nunca he sido buena para manejar finanzas, esto más adelante me cobraría más de una.
Luego de unos meses maravillosos viviendo sola, pagando todo a tiempo, recibí unas llamadas de que varios de los proyectos en los que estaba no iban más - vida de periodista- y me quedé básicamente con el sueldo más bajo. Nunca vi la opción de volver a la casa de mi mamá, para mi era un fracaso, tenía claro que podía hacerlo, de esta salía.
Vivía mucho más justa, pero tenía con qué al fin y al cabo, hasta que por motivos externos a mí, me quedé sin trabajo y la relación que tenía no iba para ningún lado. DRAMA.
Estuve tres meses sin conseguir nada, a pesar de tocar puertas importantes y quemar cartuchos que al final no sirvieron para nada. Me deprimí, mi novio solo me decía que por qué no era capaz de conseguir trabajo, que eso no era tan díficil, él estaba empezando un camino muy importante y básicamente en su mente yo no daba la talla para sus expectativas.
Conseguí trabajo, uno de los más cheveres que he tenido, era una dicha. Pero la relación se acabó, ya estaba llena de mentiras. Amigos, llegó la tusa a mi vida, una que tenía atravesada hacía diez años y ni siquiera sabía, ya se imaginarán. A veces le quitan a uno para darle mejores cosas, lo que pasa es que uno se demora en verlo.
Y estaba ahí con el corazón roto, pero trabajando, unas por otras. Mi familia y amigos fueron ese salvavidas para no hundirme del todo. Había noches de tomar trago, fumar, oir música y llorar desconsolada. Y mis problemas económicos me estaban alcanzando de a pocos, como buena millenial y periodista, las cuentas de cobro a noventa días no eran la mejor manera de sobrevivir, porque realmente la plata así como entraba se iba, vivía pidiendo plata para poder pagar arriendo con la promesa de pagarla cuando la plata entrara a la cuenta, eso pasaba cada mes.
Entre tusa, fiestas y deudas, las cosas se empiezan a complicar y si uno no toma medidas sobre esos asuntos, todo empieza a ponerse oscuro. Obviamente no tenía plata para ir a un gimnasio, la comida era básica - Dios bendiga las quesadillas y la pizza mediana de Domino´s - y uno por orgullos pendejos, no habla, no cuenta que las cosas están mal: ¿Qué van a pensar de mi?. Uno trata de seguir viviendo lo más "normal" ´posible, hasta que todo se empieza a salir de control.
Ahí es donde entran mis ángeles guardianes. Mis amigas del colegio un día decidieron reunirse, hablar entre ellas sobre como estaba mi vida y tomar una decisión contundente y sabia: me iban a cambiar la vida. Me dejaron un regalo en mi porteria y me dijeron que lo usara cuando me sintiera lista. Eran unos chocolates, una libreta con tapa de un mapamundi y unos bonos parra terapia, quiero ser completamente sincera: ME PUSE FURIOSA.
¿Para qué ir a terapia si mi vida ya estaba mejor? ¿Si ya tenía un trabajo extra y tenía con que pagar el arriendo? ¿Si mis relaciones personales habían mejorado circunstancialmente? La soltería era lo mio y estaba ganando la batalla.
Una de ellas además sería la encargada de hacer las sesiones (psicóloga profesional), me llamó y me dijo que yo decidía cuando hacerlo efectivo, que nadie me estaba obligando. Me habían dado chocolates porque los amo, la libreta tenía el mundo porque tenía unas ganas bravas de conocer, ellas sabían lo que estaban haciendo.
Un día dije: "bueno que caray voy a ir, lo máximo que pueda pasar es que no sirva para nada". En estas sesiones se pone una meta y la mia era organizar el desorden que había acumulado y no quería sacar. Me di cuenta que ir era chevere, era un espacio donde podía estar cómoda, hablar y exteriorizar muchas cosas que normalmente no hablaba.
No soy una persona tímida, no me cuesta hablar, o sea trabajo en radio: HABLANDO, pero durante muchos años preferí guardarme sentimientos, ideas y muchas otras cosas más para evitar problemas, era más chevere irse de fiesta a sacar esa energía bailando, tomando y muchas veces pretendiendo estar feliz.
Esta parte puede sonar a historia inspiracional, puede que sí lo sea, pero en cinco sesiones la vida me empezó a cambiar, uno sin darse cuenta puede ir programando las cosas. En un lapso de seis meses empecé a ver y sentir un cambio en mi de como me percibía como persona. Entendí que debía cuidarme a mi misma y así podía atraer cosas diferentes. Empecé a viajar, conocí al que hoy es mi esposo y una de las piezas claves para mi proceso. Mi relación con él funcionó porque yo ya no estaba buscando ser lo que alguien quería que yo fuera o rogando para que me quisieran, esto fluyó. Y él trajó algo fundamental, respeto, amor y orden financiero.
Cuando me fui a vivir a Boston, tuve la oportunidad de no trabajar, no estudiar, no hacer nada. Por primera vez en casi diez años de trabajar sin parar para pagar y pagar, venía el reto de tener algo que jamás había tenido: TIEMPO. Descansé, estudié temas de comida, cambié mi alimentación, empecé a hacer más ejercicio, me di cuenta que no solo me servía para bajar de peso, sino para que mi mente se calmara. Luego empecé a correr y sin tener idea de como hacerlo, saqué una disciplina que no sabía que tenía, cada día me sorprendo a mi misma, ya voy para mi tercera media maratón, quién se lo hubiera imaginado.
Un día en Twitter vi un tweet de Juan Carlos Rincón, periodista de La Pulla, que decía algo asi como: ¿Por qué no hacemos una vaca para salud mental?. Me quedó sonando la idea y tomé la decisión de crear una iniciativa donde se pudiera impulsar el deporte y la salud mental, basándome en mis vivencias. Donde las personas pudieran donar para darle el chance a otros de tener esas sesiones de terapia psicológica -que no son de fácil acceso- y pudieran cambiar sus vidas como me había cambiado a mi. En las diferentes carreras a las que iba veía que las personas tenían nombres o motivos por los cuáles correr, el mio era mi cabeza y la de los demás. Corriendo de Cabeza es ese tweet, es mi manera de devolverle a mis amigas y al universo mi proceso, para compartirlo con ustedes.
Hoy puedo decir con mucha felicidad que el primer ciclo del proyecto ya empezó, con la donación de algunas personas que han oído esta historia, ya hay jóvenes recibiendo ayuda con sus procesos, luego les mostraré.
Sí hay maneras de salir de esos momentos oscuros, sí es posible ver la luz después.
La depresión, la ansiedad, la enfermedades psiquiatricas no son motivo de vergüenza, podemos vivir una vida completamente normal, con las herramientas adecuadas. Habrá días fáciles, otros muy complicados, lo importante es tomar la decisión de cuidarnos no solo a nosotros mismos sino a los demás.
Hoy vivo tranquila, ME AMO, tengo un esposo que me ama y respeta, mis amigos y familia siguen siendo prioridad, sonrio lo que más puedo y doy lora para que usted como yo pueda vivir tranquilamente.
Todos tenemos historias para contar, algunos procesos son más demorados y/o difíciles que otros, pero jamás menos importantes.
Aprendí que de los momentos más complicados salen las mejores ideas, de ahí sale la experiencia para mejorar y evolucionar.
Gracias por leerme,
Sylvana
Para donar:
- Pueden comprar medias en https://charliesocks.com/product/corriendo-de-cabeza/
- Donar en https://vaki.co/vaki/CorriendoDeCabeza2
Instagram: @corriendodecabeza
Facebook: Corriendo De Cabeza
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